Una lectura simple o la simplificación del conflicto de las favelas de Bangú señalaría al pequeño Zezé como culpable, y que recibe los castigos por sus travesuras, pero ver el entorno en el que crece y las escenas del niño con su padre y su casi ausente madre son muy expresivas del efecto multiplicador de la pobreza en la respuesta violenta de los personajes, y ayuda a comprender que la violencia que recibe de sus familiares no es más que el eco de una violencia mayor: la exclusión social producto de la pobreza.
La fantasía de los cinco años de Zezé le hace vivir un mundo de juegos con su hermanito Luis y con sus héroes favoritos de historietas de vaqueros, que va trastocándose cuando conoce el afecto verdadero del portugués Manuel Valadares, su Portuga. La muerte del mejor amigo, causada por "El Mangaratiba" (un tren), introduce el tema del suicidio, que Vasconcelos vivió con sus hermanos, y esta pérdida trastorna toda la vida del niño. Su planta de naranja-lima, a la que llama Minguito o Xururuca, antes confidente y dotada de cualidades humanas como la capacidad de hablar y caminar, es desplazada del plano de la fantasía al de la realidad por el rigor de la desaparición del Portuga.
El epílogo lleva el sello del dolor: el pequeño Zezé tuvo que conocer muy pronto cuán cruel y dura es y puede llegar a ser la vida de un niño pobre, ha descubierto el dolor y se vuelve tempranamente adulto. Luego se desconcierta mucho, al enterarse que Minguito, su planta de naranja lima,es cortada

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